La sonda Phoenix viaja a Marte

Ilustración de la sonda Phoenix - NASA

En los polos de Marte hace todavía más frío que en los terrestres. Temperaturas mínimas de 73 grados bajo cero y máximas de 33 grados bajo cero es lo que tendrá que soportar, durante tres meses, la nueva sonda de exploración planetaria de la NASA, la Phoenix, si llega sin contratiempos a su destino, en el Ártico marciano, en mayo o junio de 2008. Habrá recorrido 680 millones de kilómetros.

La partida de la nave está preparada para el próximo viernes desde la base de Cabo Cañaveral (Florida), y si algún contratiempo impide el lanzamiento en esa fecha, todavía podrá salir hasta el 24 de agosto. Su objetivo es averiguar si el planeta rojo ha sido en algún momento de su historia un entorno apto para la existencia de microorganismos, aunque, como advierte la NASA, "Phoenix no está diseñada para detectar vida".

No es la primera vez que se pretende llegar a una región polar de Marte, pero en el anterior intento, en 2001, todo acabó en un sonado fracaso con la pérdida de la sonda Mars Polar Lander (MPL) antes de llegar al suelo. Los expertos confían en haber aprendido de los fallos de entonces y lograrlo esta vez.

Phoenix debe descender hasta el suelo marciano, a 68 grados de latitud Norte, en las planicies de una región llamada Vastitas Borealis. Al llegar, quedará fijada sobre tres patas y desplegará los instrumentos, sobre todo un brazo articulado capaz de extenderse 2,2 metros para excavar pequeñas zanjas a su alrededor y tomar muestras. La detección de compuestos orgánicos sería su gran trofeo.

El acceso al subsuelo -hasta medio metro podría profundizar el brazo excavador de la Phoenix- es importante porque los científicos creen que hay agua helada bajo la superficie de Marte, sobre todo en los casquetes polares. Las naves en órbita han tomado muchos datos y todo apunta hacia el agua, pero nada como ir allí, al suelo, hacer un agujero, comprobarlo y hacer análisis.

Con excavar no es suficiente, por supuesto, así que los ingenieros han dotado a la nave de varios equipos para tomar fotografías, someter las muestras al poder de ampliación de un microscopio e incluso derretirlas para analizar los compuestos evaporados. Para esto, Phoenix lleva ocho pequeños hornos -de un solo uso cada uno, así que los científicos tendrán que elegir con mucho cuidado sus ocho mejores muestras- en los que el brazo articulado debe depositar porciones de tierra o de hielo. Para evitar cualquier contaminación terrestre, la sonda y todos sus componentes han sido sometidos a medidas especiales de esterilización. Una cámara montada en un mástil de dos metros de altura, otra para grabar el descenso y caracterizar la zona de caída, así como una estación meteorológica completan la carga científica.

Phoenix viajará plegada desde la Tierra, pero una vez en Vastitas Borealis será una plataforma fija de un metro y medio de diámetro con las tres patas y dos paneles solares de casi dos metros de diámetro cada uno. En total pesa 350 kilos.

En la fecha prevista de llegada, mayo de 2008, será primavera en el Ártico de Marte, y el plan es que la sonda funcione durante el verano. En principio, todo está previsto para que sean tres meses de operación que, como mucho, podrá alargarse unas semanas, pero no más, ya que, cuando caiga el invierno, allí no habrá luz solar para cargar sus baterías.

Desde que en 1997 puso en marcha su plan de exploración sistemática de Marte, la NASA está enviando naves cada 26 meses. También la Agencia Europa del Espacio (ESA) se ha apuntado a esta aventura y tiene allí en órbita su propia sonda, la Mars Express. El intervalo de 26 meses se debe a la dinámica celeste, ya que la Tierra y Marte, siguiendo su camino alrededor del Sol, tienen una fase de máximo acercamiento cada 26 meses. Al aprovechar esta circunstancia de proximidad se facilitan las comunicaciones con las naves en las fases críticas de la llegada y las primeras semanas de operación.

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